Manual de la salud, ó medicina y farmacia domesticas / por F.V. Raspail.

Raspail, F.-V. (François-Vincent), 1794-1878.

Date:: 1856

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Credit: Manual de la salud, ó medicina y farmacia domesticas / por F.V. Raspail. Source: Wellcome Collection.

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Las lombrices se agarran como sanguijuelas á las paredes de los intestinos, y pululan en ellos dé un modo terrible cuan- do nada se les opone. De aquí la necesidad de los condimen- tos; esos báliarm s que son venenos para los gusanos intestina- les. Los condimentes no son sustancias asimilables, pero sí elementos preservadores de una buena digestión. La natura- leza siempre previsora ha dado un sabor aromático á todos nuestros condimentos para inspirarnos el gusto á lo que nos es útil. Todos los preceptos de la medicina fisiológica no han po- dido impedir que el siglo use de especies en sus manjares, pues el buen instinto de la simple naturaleza se opone siempre álos estravíos de la docta medicina, 34. La orgía mata como el hambre. La sensualidad no es mas que la sobriedad ingeniosa. Arreglad vuestras comidas; medid casi vuestro alimento; va- riad vuestros manjares. No comáis sin apetito. Reposad media hora después de cada comida y entregaos luego á un ejercicio corporal. 35. No uséis para beber ó guisar otra agua que la de fuente ó de rio, pero bien purificada. El agua turbia es salitrosa, ó pútrida, ó gusanosa. Hay epidemias que solo vienen por me- dio del agua. Guardaos en los campos de abalanzaros á los pozos ó á los charcos, pues sin sentirlo pueden tragarse hasta jfequeñas' sangu juelas. 36. Por pobres que seáis, reservaos algo para hacer provi- sión de vino que merezca este nombre. El vino puro es mil veces preferible á los de mejor apariencia que el comercio nos vende á peso de oro. Si no es tan agradable, no es tan per- judicial, mientras que los oíros nos envenenan lentamente al mismo tiempo quo embriagan. 37. 'Sepa, el jornalero que jamas está tan bien alimentado como en el seno de su familia: que va pues á hacer los domin- gos y lunes á las caserías y tabernas, sino á buscar pendencias y una indigestión crapulosa? El jornalero de las grandes ciu- dades'no es conocedor de los placeres; parece que ama la fie- bre y no el goce. Sale de las prisiones de su taller para ir á encarcelarse en los subterráneos de una taberna, cuando el sol de los campos lo convida á elevar su alma y fortificar su salud. En la época de mis escursiones por las cercanías de París so- lia encontrar cu los bosques familias de jornaleros de esta ca- pital, sentadas sobre e césped y agotando las provisiones que allá habían traido: volviendo por la larde esa honrada gente tan amigos como habiau marchado, y mucho mas lelices que